En el interior del área urbana hay rastros desde el periodo orientalizante (finales siglo VIII a.C.) hasta finales del imperio. Para definir el periodo de vida del centro poseemos un archivo involuntario (vitrina 1), una descarga de materiales, expuestos en secuencia cronológica, proveniente de una pequeña colina formada por un acúmulo de fragmentos acantonados por agricultores con objetivo de sanear el terreno. Las evidencias más antiguas vienen del sector sudoeste de la localidad, donde fueron hallados los restos de la muralla fortificada, primera pista de la forma irregular del conjunto circular que caracteriza la localidad a lo largo de toda su vida. Casi no hay rastros de restos habitables más antiguos.
A finales del siglo IV a.C. los datos de la excavación permiten reconocer una ruptura cualitativa: el casco antiguo fue sustituido por una estructura urbana regular, compuesta de carreteras (cardini e decumani) que se cruzan en ángulo recto.
Es el momento de las guerras samnitas y de la construcción de la Vía Appia, de las casas y monumentos públicos; de esta etapa sólo se reconocen algunas huellas, debido a una profunda reestructuración que posteriormente alterará la imagen del centro entre los siglos II y I a.C. con una instalación monumental, cuya decoración arquitectónica está expuesta (vitrina 2).
De casas, de plazas, de calles importantes es la recuperación de fragmentos de la vida cotidiana: inscripciones pintadas, sellos de fábrica, collares y joyas (vitrina 3), bastoncillos, broches para vestidos y otros hechos en hueso para el peinado de las señoras ricas, collares y monedas abandonados o perdidos en el curso de su circulación.
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Sala 3 – La necrópolis